viernes, 13 de noviembre de 2009

No es normal


Tengo un amigo. Quizá el mejor que he tenido. Es un tipo grande, pesa más de cien kilos. Solemos vernos una vez al mes para emborracharnos y escuchar blues. Durante las sesiones hablamos poco; sabemos que nuestra vida es monótona y aburrida, y que hablar de ella sólo hará más pesado todo esto.

Siempre compramos dos botellas de ron, y seleccionamos de una larga discografía a los viejos bluseros muertos que nos acompañarán durante la noche. Mi amigo se acomoda en el reclinable, descansando los pies en una mesa enana. Yo me tumbo en el sofá y con los ojos cerrados escuchamos a Willy MacTell, Sam Mitchell, Livin Blues y Waters.
En la madrugada, cuando alguno de los dos ya no puede con un trago más, o se va quedando dormido, terminamos la sesión escuchando a Robert Johnson.

Entre canciones intercambiamos alguna opinión. Nada elaborado, sólo frases como “Sonny Boy lo hizo de nuevo” o “Brownie Magee ha mejorado su ahullido”, también hacemos preguntas de rutina. La última vez le he preguntado cómo sigue la dolencia de su pie derecho, que lo ha mantenido cojeando durante meses.
- Ha mejorado un poco. A veces el dolor se va, luego regresa, sobre todo cuando hace frío.
- Nos hemos hecho viejos – dije, tamborileando los dedos sobre la bebida al ritmo de Magic Sam cantando “my love will never die”
- Sí, nos hemos hecho viejos. Algo así me dijeron esta mañana.
- ¿Qué te han dicho esta mañana?
- Fui con el médico de la universidad, por lo de la revisión general a inicios de curso. Le dije que no me parecía normal que de repente, de un día para otro, comenzara a tener tantas molestias: el imsomnio por las noches, el cansancio en el día, la dolencia en el pie, la mala condición física. Le exliqué que no era normal porque hace dos años –te acordarás- yo practicaba boxeo y corría tres kilómetros por la mañana; incluso bebía y fumaba mucho más que ahora; “no es normal” le dije, porque ahora cuando corro para alcanzar el camión, siento que el corazón me va a reventar.

- ¿Y qué te dijo?

- Al principio nada. Yo le explicaba mis achaques, él no me miraba. Estaba muy concentrado escribiendo en un papel. Ni siquiera me miró a la cara cuando le repetí “doctor, no es normal” y entonces me dijo:

“Es normal: está usted en el declive”

- ¿Eso fue lo que te dijo?

- Sí, con esas palabras “Es normal: está usted en el declive” y como si quisiera rematarme, se apresuró a explicar “para un hombre promedio, después de los treinta todo es declive”. Entonces me recetó vitaminas y me exigió que volviera a correr por las mañanas, aunque fuera tras el camión, y que dejara de fumar y beber. Me prohibió la comida chatarra, las grasas; me prohibió ver mucha televisión y desvelarme – esto último lo dijo mirando la carátula del reloj: marcaba las 5:37 de la mañana.

- Espero que no te haya prohibido escuchar blues.

- Es como si me lo hubiera prohibido. No me imagino escuchando blues sin alcohol ni cigarros. Sería como tirarme a una muñeca inflable con un preservativo.

- ¿Y qué piensas hacer?

- El doctor dijo que hacer mucho ejercicio y tener una vida saludable no me ayudará a mejorar, pero evitará que se acelere “el declive”

- ¿Y qué piensas hacer? – Mi amigo no respondió. Al parecer, ya estaba muy borracho. Cabeceaba y entrecerraba los ojos. El cigarrillo cayó de sus dedos a la alfombra. Durante unos segundos me quedé hipnotizado por esa flamita roja que muy lentamente se expandía sobre la alfombra. No me alarmé, al contrario, me sentì abrigado por un momento de contemplacion, pensando que esa diminuta chispa, al cabo de un rato, podría convertirse en un incendio que acabaría con todo. Entonces mi amigo farfulló algo, manoteó, y dejo caer su vaso al suelo, justo sobre la chispa del cigarro.

- Lo siento… en verdad lo siento mucho – dijo, adormilado.

- No tienes nada que sentir, amigo – dije, y no me atreví a decirle que su descuido nos había salvado, al menos por hoy.

- ¿Estas listo para oir a Johnson? – dije, y coloqué el disco. Con las primeras notas de Crossroads comenzó a clarear en la ventana. Ya me disponía a dormir cuando mi amigo sirvio de nuevo los vasos hasta el borde.

- Ese doctor es un imbécil –dijo a mitad de un trago- ¿cómo se le ocurre… quiero decir, escuchar blues de otra manera?

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